Cuentacuentos: El libro de la Selva

Hace poco leí que leemos menos, ya que nos leemos entre nosotros y el tiempo que antes le dedicábamos a un libro ahora lo dedicamos a esto de los blogs...

Bueno no creo que una cosa sea incompatible con la otra. He pensado que de vez en cuando os pondré algún párrafo de algún libro. Si, si, esa cosa que cuando lo abres vives aventuras maravillosas.

Todo lo que aquí os voy a contar sucedió algún tiempo antes de que Mowgli fuese expulsado de la manada de lobos de Sioni y de que se vengara de Shier Kan, el tigre. Era la época en que Balu le enseñaba la ley de la selva. Al enorme, viejo y serio oso pardo le encantaba tener un alumno tan despierto, porque los lobos jovenes solo aprenden los precptos de la ley de la selva que se refieren a su manada y a su tribu.

Pero Mowgli, como cachorro de hombre, tenía que aprender bastante más. A veces, Baguira, la pantera negra, se acercaba paseando tranquilamente para comprobar los progresos de su cachorrillo, y ronroneaba con la cabeza apoyada contra un árbol mientras Mowgli le recitaba a Balu la lección del día. Como el niño trepaba casi tan bien como nadaba y nadaba casi tan bien como corría, Balu, el maestro de la ley, le enseñó las leyes del bosque y del agua: cómo distinguir una rama podrida de otra en buen estado, cómo hablar cortésmente a las abejas silvestres cuando se topaba con una colmena a quince metros de altura, qué decirle a Mang el murciélago cuando lo molestaba al mediodía mientras descansaba colgado de una rama, y cómo avisar a las serpientes de agua antes de zambullirse de cabeza en la laguna en medio de todas ellas. Y es que a ninguno de los habitantes de la selva le gusta que lo molesten, y a las primeras de cambio le dan al intruso su merecido.

El libro de la Selva, Ruyard Kipling

El mensaje es sencillo, el trabajo está muy bien chicos... pero es que lo vital en esta vida mamá naturaleza nos lo da.

NUNCA DEL TRABAJO HAY QUE ABUSAR

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